jueves, 25 de agosto de 2011

Parábola de la Expiacion.

Hay una historia que alguien compartio conmigo mientras yo estaba en la universidad que ha tenido un efecto en mí desde entonces.

Hace unos años, el presidente Gordon B. Hinckley relató "algo parecido a una parábola" sobre "una escuela de un solo cuarto en las montañas del estado de Virginia, donde los muchachos eran tan rudos que ningún maestro había logrado disciplinarlos".

Un maestro joven solicitó la plaza. Se le dijo que cada maestro había fracasado rotundamente, pero decidió aceptar el riesgo. El primer día de escuela el maestro pidió a los muchachos que establecieran sus propias reglas y el castigo por quebrantarlas. La clase fijó diez reglas que se escribieron en la pizarra y luego el maestro preguntó: "¿Qué haremos con aquel que quebrante las reglas?".

"Quitarle el abrigo y darle diez azotes en la espalda", fue la respuesta.

Uno o dos días después, Tom, un alumno alto y fuerte, descubrió que le habían robado el almuerzo. "Encontraron al ladrón, un hambriento muchachito de unos diez años".

Cuando Jim se acercó para recibir su castigo suplicó que no le quitaran el abrigo. "Quítate el abrigo", dijo el maestro. "¡Tú colaboraste en la creación de las reglas!".

El muchacho se quitó el abrigo. No tenía camisa y su flaco torso quedó al descubierto. El maestro vaciló con la vara y Tom se puso en pie y se ofreció de voluntario para recibir el castigo del muchacho.

"Muy bien, existe cierta ley mediante la cual uno puede tomar el lugar del otro. ¿Están todos de acuerdo?", preguntó el maestro.

Después de cinco azotes en la espalda de Tom, la vara se rompió. La clase estaba llorando. "El pequeño Jim se había puesto en pie y echado sus brazos alrededor del cuello de Tom. 'Tom, siento haberte robado el almuerzo, pero tenía mucha hambre. ¡Tom, te amaré hasta que muera por haber recibido los azotes que eran para mí! ¡Sí, siempre te amaré!'

Esta sencilla historia me recuerda a la escritura en Mosíah 14:3-5.

3 Despreciado y rechazado de los hombres, varón de dolores y experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro; fue menospreciado y no lo estimamos.
4 Ciertamente él ha llevado nuestros pesares y sufrido nuestros dolores; sin embargo, lo hemos tenido por golpeado, herido de Dios y afligido. 
5 Mas él herido fue por nuestras transgresiones, golpeado por nuestras iniquidades; y el castigo de nuestra paz fue sobre él; y con sus llagas somos sanados.

La expiación de nuestro Salvador Jesucristo es real. Es poderoso y personal. Jesucristo verdaderamente conoce cada afflicion, dolor, enfermedad, lucha, pecado, o tristeza que nos han pasado. Nada de lo que hemos hecho o podrían hacer está fuera del poder sanador de la Expiación. Cuando pienso en las cosas que Jesucristo pasó para mi, me doy cuenta de que era como un acto de amor. Cristo NO habría "llevado nuestros pesares y sufrido nuestros dolores", NO habría sido "herido por nuestras transgresiones", o "golpeado por nuestras iniquidades", si Él no nos aman. Yo testifico que nuestro Salvador, Jesucristo está de pie con los brazos abiertos y pidiendo para nosotros: "Venid a él." En las Escrituras dice: "No os volvereis a mi ahora, y os arrepentireis de vuestros pecados, y os convertireis para que yo os sane?"